Mi devoción rociera y mis amigos

 

Empeñado en desnudar para vosotros retazos de mi vida, os quiero hablar de mi devoción rociera. El no haberlo hecho antes ha sido, aunque pueda parecer una paradoja, por mi alejamiento de la misma. Alejamiento que dura ya año y medio y que aún hoy se mantiene aunque algo mitigado, obedeciendo a un sentimiento de rabia, de incomprensión por una tragedia repentina que cambió nuestra vida para siempre.

Esta devoción tuvo su origen hace ocho años. Unos amigos, conocedores del deseo de mi mujer de vivir la romería del Rocio, nos propusieron ir con ellos y con un grupo de sus amigos a la Casa que la Hermandad del Rocio de Córdoba, tiene en la aldea almonteña.

Yo siempre me había opuesto, por ser contrario a esas manifestaciones multitudinarias. (Alrededor de un millón de personas se dan cita en la aldea del Rocío en esas fechas), pero accedí por complacer a mi mujer, y por pasar unos días fundamentalmente divertidos.

Me alegro de haberlo hecho. De ahí provienen algunos de mis mejores amigos en la actualidad. Ellos forman un coro rociero y son personas de las más auténticas que me he encontrado en la vida. Los he visto muchas, muchísimas veces, sacrificar su tiempo libre por hacer felices con sus canciones, a colectivos especialmente sensibles como ancianos, enfermos, niños con síndrome down, etc.

Nos honran con su amistad y han sabido estar a nuestro lado en cuerpo y alma, en momentos especialmente amargos y duros para nosotros.

Es cierto que me divertí, pero no es menos cierto que viví momentos de honda religiosidad, momentos de magnífica convivencia con personas hasta ese momento desconocidas. Momentos mágicos e irrepetibles que me han hecho volver una y otra vez, y que, aunque llevo dos rocíos sin acudir a la cita con la Señora, sé que volverán a repetirse.

Sé que el Rocio para las personas no creyentes e incluso para la mayoria de los creyentes, es difícilmente entendible. En un intento de hacerlo algo inteligible, compuse hace tiempo un poemilla que me salió a borbotones, y aunque sencillo, está hecho con el corazón.

 

Los caminos del Rocio

Los caminos del Rocío
Son caminos que formaron,
los andares peregrinos
Que sus arenas pisaron.

Caminos de pies cansinos,
caminos de pies llagados,
caminos de peregrinos
a penar acostumbrados.

Caminos que son vividos,
caminos que son cantados,
caminos que son sufridos,
caminos que son amados.

Los caminos son las venas
por donde fluye potente,
la devoción rociera
que comparte mucha gente.

El camino es alegría,
pandereta, castañuela,
guitarra y algarabía,
a la luz de la candela.

Es baile por sevillanas,
palmas, tambor y el compás
de una voz ronca y gitana,
rompiendo la madrugá.

Pero existe otro camino
que es camino de oración,
del que marcha a su destino
andando con devoción.

Camino en recogimiento,
del que va hacia su interior,
buscando en el corazón
a la Reina de su cuento.

El primero es el camino
de la gente rociera,
amando a la madre de Dios,
a nuestra forma y manera.

El segundo reina hermoso
en los mismos corazones,
que con plegarias y rezos
expresan sus emociones.

En los dos caminos Dueña,
en los dos voy caminando,
que voy rezando y cantando
a tu ermita marismeña.

Que me gusta disfrutar
de mis amigos cantando,
y en silencio contemplar
a mi SinPecao rezando.

 

Y camino, recordando

lo que dice la canción.
Que al final, con emoción
la virgen me está esperando.

Y al caminar, veo la luz,
que no hace falta llegar,
que mi camino eres tú,
desde el principio al final.

Que eres lirio y amapola,
el junco de la ribera,
la arena que piso ahora
eres tú la luz primera.

Eres alegre camino,
eres el agua del Quema,
eres tomillo y romero,
eres la marisma entera.

Y todo cobra sentido,
Visto así, de esta manera.
Tu eres el camino Madre,
de mi pasión Rociera.

Pepe